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Un simple pasaje

 

 

El éxito de su personaje no ha sido medido en redes sociales o televisión, tal vez aún no ha llegado a aparecer en algún medio masivo; su éxito se mide de acuerdo a los segundos que puede demorar para lograr captar la atención de quien se aventure a caminar por el jirón de la Unión.

 

 

En un rango que no escapa de las diez de la mañana y el mediodía, Robotito, como muchos niños lo llaman, cruza el puente Trujillo en dirección hacia la Iglesia de La Merced para instalarse por más de 7 horas. Como podemos notar, a simple vista, imita a un robot... que por cierto, no tiene misión u objetivo más importante que tomarse fotos con los niños o causarle algunas carcajadas a la gente que anda de paso.

 

 

Mil veces he escuchado que el ingenio peruano es ilimitado e incomparable, no sé qué tan cierta sea esta premisa ya que quien necesita dinero para sobrevivir, simplemente busca las alternativas; si no las hay, las crea. Es así de fácil, y no es por menospreciar al peruano, pero creo que cualquier persona que cuente con las ganas de progresar haría hasta lo imposible por lograrlo.

 

 

Robotito no es el único ejemplar de su especie, tiene un compañero que de vez en cuando se aparece por estos lares, mientras que el primero no cuenta con arma más contundente que una pala, el visitante, de estatura más baja, asiste con una pistola. No es que ande con los pensamientos divagando; intento disfrutar observando como lo hacen los niños, creyendo que es un robot en serio y que se ha perdido por un segundo en el corazón de la capital.

 

 

Eso sí, el que no llora no mama, si quieres ser testigo de algún movimiento, es tan fácil como ir y depositar una moneda en su barrilito. Buzo de cuerpo completo, polo, botas y casco; un poco de pintura para el rostro, cuello, manos y cabello; lentes de sol que te hagan lucir como Terminator. ¡Eso! Ya estoy comprendiendo cómo funciona esto.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando tenía cuatro años, la razón perfecta para acompañar a mamá a jirón de la Unión era que, en la antigua plaza Pizarro, habían un par de cuatrimotos que por un par de soles lograbas dar un par de vueltas. Hoy ya no hay plaza, ya no hay cuatrimotos.... tampoco hay infancia, pero el recuerdo se ha impregnado como talo vez este personaje lo está logrando con la gente que lo frecuenta.

 

 

Algo que sí he de reconocer, es que puede que los días en la calle para este hombre vayan llegando a su fin. La gestión municipal actual permitió que tanto comerciantes como artistas de semáforo tengan la oportunidad de tener un ambiente para trabajar, no sé adónde vayan a parar cuando se realicen los cambios comunes de la política limeña, dinámica y pintoresca.

 

 

Espero, como un espectador, que este hombre no se vuelva en un simple pasaje de la vida, que al menos alguien haya escrito sobre él (si es que no soy el primero). Busco fotos de aquella plaza de mi niñez y en ninguna aparecen las cuatrimotos, ¿serán producto de mi imaginación? Con esto espero dejar registro de alguien que es el presente, como todos nosotros, de una ciudad de multitudes. Lima.

© 2014 Ese Romero. Todos los derechos reservados....los izquierdos, también.

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