

Ese
Romero

Lazos de confianza
¿Quién ha elegido sus amistades? Sentado en la banca de un parque miraba a los niños jugar; sé que la memoria no es tan agradecida con la vida y tal vez fue por eso que no me alcanzó ningún recuerdo de amistades masivas. No creo en el arte de edificar tal tipo de relaciones, creo más en las casualidades que nos llevan a intercambiar palabras; el resto es producto de percatarse que el nexo sí ha funcionado.
El ejercicio es simple, es tan fácil como buscar en nuestra propia historia a aquellos rostros que se hayan impregnado en la mente, luego de ello debemos diferenciar bien entre las personas que siguen perennes, aunque sea en pensamiento, de aquellas que en ningún instante se preocuparon aunque sea por un saludo a la distancia.
El balance me ofrece una muestra de menos de diez personas, sonrío ya que en realidad es demasiado. La confianza carga en su espalda el peso de la verdad, la fuerza de encontrarte con él o ella después de una hora o un año, y apretarle la mano como si recién hubieses vuelto de un viaje que te mantuvo lejos por más de una década. Será de repente que ahora no estemos al tanto de qué tan importante sean esos lazos que fortificamos día a día, no somos perfectos.
Casi siempre dejamos abierta las puertas para que alguien nuevo sea parte de nuestra compañía, son esas puertas abiertas también testigo de la partida de muchos. La chance que tenemos de entablar amistades está conectada directamente a nuestra capacidad de sociabilización, nadie está libre de esto.
Cuando me ha tocado decir adiós bajé la cabeza para poder brindarle un impulso más fuerte a la última mirada. Que esto que culmine el día de hoy no sea carne tirada en la calle, la cual tal vez sea devorada por el primer animal que pase o se descomponga por el paso del tiempo. El símil que utilicé, puede que no sea el más apropiado, pero uno nunca sabe; para el mundo hoy eres cuerpo, mañana solo polvo.
El camino por recorrer es amplio, la amistad que menciono que he encontrado en compañeros de clase, en mi familia, en mi enamorada, hasta en maestros. Tampoco me considero un Roberto Carlos que quiera tener un millón de amigos y así más fuerte poder cantar; el círculo de personas que me han confiado su tiempo, me entregan la alegría suficiente para tener las ganas de abrir los brazos y ofrecerle un agradecimiento al ser que nos colocó en este planeta.
Vivimos equivocándonos siempre, tal vez es por ello que no elegimos de quién ser amigos, porque de hacerlo corremos el riesgo de equivocarnos, al no elegirlos, simplemente es el destino quien asume toda la responsabilidad.
No importa cuántos nudos nos unan, una tijera puede deshacer todo en un segundo. Las oportunidades seguirán ahí; los lazos de sangre nos garantizan unión eterna por más que nos opongamos, los lazos de confianza siempre corren el riesgo de desaparecer. Es nuestra tarea poder darnos ese regalo de sentarnos en la banca del parque, tal vez diez o quince años después y decirle a quien nos acompañe: ¿Recuerdas todos los momentos vividos? Muchas gracias, amigo.