top of page

Carta para un verdadero hijo

 

 

Querido hijo:

 

 

Han pasado ya veinticuatro años desde la última vez que vi tu rostro, trece desde que recibí una última noticia sobre ti o cómo andabas; en el barrio donde vivías ya ni se acuerdan de ti. Temo que lo que escriba en estos párrafos no sea de tu agrado, pero ya no sé cómo ubicarte. Le he implorado tu regreso al más divino pero ni él te ha devuelto a mi pecho.

 

 

Tu padre, los últimos meses, mostraba ciertos dolores en el pecho, una que otra tos frecuentaba su salud. No entiendo mucho lo que hablan los doctores pero algún mal le detectaron por haber fumado como lo hacía, ¿Recuerdas que llorabas para que tu padre botara el cigarro que tanto te incomodaba cuando eras aun un pequeño? ¿Recuerdas que terminaste pidiéndole que te enseñe a fumar cuando empezaste a salir con tus amigos del colegio? Aquellos días...

 

 

Tu mujer lucía muy bien las últimas veces que nos encontramos, aunque poco a poco se incomodaba más cuando le preguntaba por ti; espero no estén pasando problemas en su relación. Ustedes necesitan estar toda la vida juntos, si no, míranos a tu padre y a mí, qué sería de uno sin el otro.

 

 

Yo sé que eres una persona muy ocupada, y que el trabajo no te permite ni siquiera visitarme; discúlpame que sea tan terca, pero eres el único hijo que tengo, la única vida que trajo al mundo, y desde que no sé sobre tu vida he llorado cada de noche, de dolor o de tristeza, no lo sé, solo soy consciente de que mi hijo de repente ya no recuerda a su madre.

 

 

Cuando te tuve no era muy joven, treinta y tres años ya tenía. Viviste en casa hasta que culminaste tus estudios, promediando los 23 años; fue ahí que decidiste mudarte con quien te robó el corazón. Yo no me opuse ya que esa chica siempre fue de mi agrado. Un mes después me llamaste alegre y lleno de lágrimas porque te ibas a España, tu oportunidad como arquitecto había despegado muy lejos; tu padre y yo seguimos orgullosos de ti.

 

 

Jimena llamaba cada noche para ponernos al tanto de tu estadía en la madre Patria, un año después ella te dio el alcance y se casaron. Discúlpame que no haya asistido a tu boda, esos pasajes que ella me mencionó, en realidad, nunca llegaron. Has de haber sido todo un caballero con el terno que usaste. Siempre guapo, tú; idéntico a tu padre.

 

 

El tiempo pasó y nunca entendí porque solo Jimenita llamaba y tú no. Ya son veinticuatro años Miguelito, veinticuatro. Me he perdido la mitad de tu vida, y por si fuera poco, ya van trece años que no me entero de si respiras o no. Tu esposa volvió a Perú diez años después de tu partida, me cuenta que en Europa está de moda vestir completamente de negro, ¡qué modas raras! Y yo acá muriéndome de calor con la blusita oscura...

 

 

Fue raro que se quede tantos meses, más aun sabiendo que te extraña demasiado. Hasta llora cuando habla de ti. Esa chica vale oro, nunca la dejes, mi niño.

 

 

Dónde andarás, no lo sé. Escribo esto para desahogarme; ya van treces abriles que lo vengo haciendo. Esto no es más que una carta para un verdadero hijo, porque aunque te sienta fuera de este mundo, sé que estás pensando mucho en nosotros y te preocupas demasiado.

 

 

Tu tía Isabel está viajando hasta Madrid, dejará esta carta en la Catedral de la Almudena, tal vez algún sacerdote de ese templo se apiade de mí y busque al destinatario de estas líneas.Yo te seguiré esperando, con más arruguitas que antes, pero seguiré.

 

 

Sin más que decir... tu madre que te ama mucho.

© 2014 Ese Romero. Todos los derechos reservados....los izquierdos, también.

bottom of page