

Ese
Romero

La generación del desorden
El sol alumbra mi rostro para informarme que hay algo en mi vida que debe ser corregido, que debe cambiar ahora mismo. Despierto con la mínima intención de alterar el sentido que los astros me han destinado; no soy el indicado para darles la contra pero sí para responderles con mis toques de sensatez.
A punto de cumplir veinte años se me ocurre preguntarme si todo lo que hago está bien encaminado, si la paz por la que protesto se me ha concedido. Miro alrededor y noto bloques de ropa amontonada, separatas desojadas por el uso, cables enredados con algunas pulseras, todo lo anterior debajo de una capa gris fiel al polvo que la falta de limpieza le otorga. Sonrío, miro hacia el sol y exclamo: ¡Qué hermosa vida me ha tocado!
Este desorden que yo sí entiendo, es la justificación del poco tiempo que tengo en casa, de las pocas horas que puedo usar para dormir; tengo mil actividades más importantes como para estar doblando prendas. Este caos no me interesa ya que es solo alimento para la visión; del desorden que algunos deberían preocuparse es de aquel que tira piedras al camino y no les permite dar pasos adelante.
No le he dado chance al fracaso, pues tengo horarios que, si bien es cierto son celosos del tiempo libre, permiten hacer de mi vida una aventura con tareas universitarias, una caricatura de labores profesionales, un trabalenguas con idiomas por aprender, una copa de vino con la familia y una noche de música y caminatas con Patricia.
La carne se cocina para aquel que quiera comerla. Tus paredes no se pintarán de colores si la brocha que estás usando no tiene la cerda perfecta. No crean que el lujo que puedo darme hoy en día es fruto de una sola mente, detrás de este proyecto llamado “vida” tengo una cantidad ilimitada de colaboradores que aportan a que entre los minutos de sobra y las horas que se me arrebatan no exista grado alguno de improvisación.
Ese desorden que algunos pueden percatar es aquel que me motiva a desprenderme de este mensaje. La sociedad actual a la que nos ha tocado pertenecer prioriza ordenar sus ambientes antes que ordenar sus instintos habituales, las tormentas de su alma. Yo, por otro lado, aprendí a diferenciar entre lo útil y lo vano.
Es a esta adolescencia a la que apelo, que no reciban esto como crítica sino como consejo. Con ganas de mejorar yo ya escapé de ese grupo, no deseo que caigan en rutinas y estereotipos…espero que puedan reformular la idea de vida que tienen y así en futuro no ser bautizados como la generación del desorden.