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Pajuelo a los 50

En mi primer año de carrera había experimentado diversas situaciones que me motivaban a continuar en la lucha por cumplir mis sueños; es cierto que pueden ser concurrentes, pero siempre alguno se sentirá con mayor intensidad.

 

 

Caminando por Jirón de la Unión, ingresé a la Casa O’Higgins y fue en ella donde arrancó mi idea más ambiciosa, no por lo económico, sino por lo emocional. Un par de exposiciones de fotos se habían montado y noté cierto agrado por tal arte. De no haber continuado hacia el segundo piso, de repente no pensaría como lo hago ahora.

 

 

Poco a poco iba conociendo a Daniel Pajuelo, un fotógrafo ochentero de estilo distinto. Su trabajo se enfocó en la fotografía social, concepto que a partir de ese momento conocería e inquietaría más mi curiosidad; su forma de tratar al hombre desde otro ángulo era indescriptible, una fusión de sujeto amable con alma rebelde. El limeño de las barriadas de Ribeyro, aquel que vivía en el cinturón de la miseria.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sus fotos a blanco y negro retrataban el placer de la contemplación, una cara de la ciudad que no era fácil de mostrar ni difícil de asimilar, era nuestra realidad en papeles de diez por quince. “La calle es el cielo” fue como llamaron a la exposición; una parodia de ataques nocturnos, rock en El Agustino, travestis de Quilca por la noche, una aventura en el Cerro San Cristóbal, y diversos viajes que se perdían entre la cantidad de todos los que había realizado.

 

 

Mi intolerancia al tiempo que transcurría me desesperaba puesto que no quería nada más que saber de él, el camino te forzaba a realizar la visita de tal manera que todo finalizaba en una habitación. Tal vez guardaba lo más importante de su vida.

 

 

Ingresé al cuarto con las ansias incontrolables; no fue lo que esperaba. Una línea de tiempo enumeraba los sucesos más determinantes de su vida, ¿había algún detalle? La línea tenía como fin el año 2000.

 

 

Daniel Pajuelo Gambirazio falleció a los 37 años de un cáncer; la inspiración continuaría en mi mente. Una vez más no habría explicaciones de lo que me inspire, todo debía desencadenarse de mi interpretación. Puede que me haya equivocado muchas veces al tratar de explicar lo que expresa la fotografía social, mucho tiempo después entendí que en ellas los protagonistas no eran personas comunes y corrientes, lo “común y corriente” es lo más fácil, la importancia radica en devolverle el valor a la luz que capture nuestro lente, al ser que entregue su imagen para quedar grabado en la eternidad.

 

 

No tengo respuestas, tengo fotos; ellas expresan más que lo intento decir. Pajuelo y su trabajo en el TAFOS (Taller de Fotografía Social) no ha podido, desde mi perspectiva, ser emulado ni superado hasta el día de hoy. Es un reto que guardo, una hazaña que deseo cumplir.

 

 

Tal vez tengo un poco de tiempo, pero no me garantiza el éxito. Por ahora deseo tener un buen proyecto en menos de diez años; puede que con la edad que tenga en aquel momento, supere a lo que, Pajuelo a los 50, hubiese conseguido.

 

 

Muchas gracias Daniel.

© 2014 Ese Romero. Todos los derechos reservados....los izquierdos, también.

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