

Ese
Romero

Música del recuerdo
Al entrar a la secundaria fue difícil hallar actividades en la que pueda desenvolverme con total tranquilidad. El colegio al que asistí los dos primeros años de mi última etapa escolar no se caracterizaba especialmente por ser tranquilo o pacífico, era todo lo contrario; vivía en un ambiente de constante violencia que no me permitía despegar como persona, expresarme como quería. Tenía miedo a ser atacado.
Solo tenía 12 años, nada pequeño pero aún muy ingenuo. Fui testigo de las más feroces peleas de “tirapiedras” contra un colegio rival, me robaron una casaca y dos insignias, trofeo tonto que reclamaba el otro colegio. Ya no soportaba el maltrato generalizado y necesitaba escudarme en algo, es así como la música apareció como alternativa.
Mi inscripción en la banda fue simple, solo debía asistir a los ensayos. El primer día no hacía más que bulla, el segundo ya tenía ritmo, el tercero ya tenía noción de lo que era música, a partir del cuarto día todo fue más fácil.
Éramos 20 almas que teníamos algo en común, problemas. Uno que otro era repitente de año, algunos no tenían padres, otros solo iban a clases un día; yo, simplemente le tenía miedo al colegio. La meta era tan simple como revivir la consideración en las demás bandas del distrito, un grupo integrado por 20 personas que sonara como si fueran 100. Tal vez no creerían que lo logramos, pero fue así. La gloriosa banda de la Gran Unidad Escolar Ricardo Bentín Sánchez había vuelto.
Con el pasar del tiempo la experiencia aumentaba y el talento hacía lo propio, en menos de medio año obtuvimos el respeto de un distrito, por otro lado, entendí que yo también era capaz de lograr algo en la vida. Fue en ese momento que aprendí a confiar en mí y a creer en mis capacidades.
De aquella pequeña hazaña solo queda esta fotografía. Nos nombraron la banda oficial del distrito, es por ello que el alcalde aparece también. Más abajo, exactamente en la primera fila, penúltimo de la derecha, estaba yo, despreocupado y sin miedo alguno.
En cada tocada sentíamos la música surgir desde lo más profundo del ser y creo que ahí estaba el truco, vivir lo que hacíamos. Al siguiente año ya no éramos veinte, logramos aumentar la cantidad, y también la calidad. Los problemas no se habían ido, al menos la violencia no.
Por fuertes decisiones tuve que partir hacia un colegio en el cual pude sentirme más cómodo, el costo fue dejar la música. Actualmente solo sé que algunos de ellos son profesionales, a otros se los tragó el mundo; mientras tanto yo no he vuelto a instrumento alguno, no por dejadez, sino por la promesa que hice. “Cuando vuelva a esto, quisiera hacer música otra vez con ustedes”. Puede que nunca suceda.
Muchachos bentinianos, de gran temple y corazón,
gallardos exponentes del Rímac tradicional;
en lides deportivas somos todo decisión,
y en campo del estudio somos todo un ideal.
José Granda genio de la ciencia nos legó su luz triunfal,
y Bentín, minero gran patriota…Esfuerzo, coraje y voluntad.
(Himno de la G.U.E. Ricardo Bentín)
Ahora de repente solo es música del recuerdo, pero siempre serán los sonidos que me empujarán a recordar una etapa, pequeña pero bonita, de mi pre adolescencia.

