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Calor humano

 

 

El cansancio lo ha consumido por completo, ya ni siquiera le importa si el incesante calor o la fuerte luz del sol queman su rostro. Él ya ha perdido la noción del tiempo y no tiene quién se apiade de su situación. No. No ha optado por el alcohol, ni tampoco encontró en las drogas una solución. Él solo quiere conseguir las monedas suficientes para mantenerse en pie, gastar en la comida que le brinde las energías para soportar una madrugada más de trabajo.

 

 

Su estado no es sinónimo de flojera ni mucho menos de dejadez, este hombre en cualquier momento despertará para continuar en la búsqueda de botellas de plástico, ¿y qué hace con ellas? Podríamos rápidamente pensar que es un reciclador; no señores, él simplemente recolecta las botellas porque necesita los pocos centavos que a cambio de muchos kilos recibirá.

 

 

Es así de simple, él no tiene consciencia de reciclaje, ¿Reducir, rehusar y reciclar? Esa no es su realidad. Él solo piensa sobrevivir ya que no cuenta con un trabajo estable, no comete delito alguno, pero sí se expone a grandes enfermedades.

 

 

Cada madrugada es la perfecta oportunidad para aprovechar que la gente descansa, que en las calles ya reposan las bolsas de basura. Su fuente de dinero son nuestros desperdicios pero no cuenta con todo el tiempo del mundo para llevar a cabo sus actividades. Ya maneja las rutas correctas y las horas exactas en las que debe hurgar entre desechos, todo esto antes que los patrulleros o camiones municipales aparezcan y le “maleen la plaza”.

 

 

Los carros ocasionan mucho ruido, aún así no ha despertado. Ya tengo una experiencia previa con algún durmiente de parque y el resultado fue fatídico; entre acercarme o no, descubrí recién que no olía a trago, que sus manos provectas comunican más que su rostro. Si su paga sería proporcional al esfuerzo que hace, con una noche de trabajo sería bastante para el mes.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Lo toqué y no despertó, “al menos, este sí respira” pensé; la gente sigue pasando por su costado y a nadie le interesa, no es la primera vez que duerme aquí pero tampoco será la última. Mi voz y mis manos no fueron tan contundentes como el click de mi cámara…despertó, preguntome la hora, ordenó sus bolsas y partió.

 

 

En buena hora aún guardaba las monedas que un par de horas había obtenido. El mercado es una buena alternativa para conseguir comida barata. Caminante que avanzaba ladeando la cabeza, agradecía que no le hice daño, se disculpaba de haber usado la calle cercana a mi casa. Fue respetuoso, es bueno, honrado, pero le falta algo: calor humano.

 

 

Calor humano que tal vez de pequeño recibió y con el que ahora no cuenta, o simplemente cariño que ya no necesita porque no cree en él. No lo sé, ni siquiera su nombre, ni siquiera lo pregunté, mucho menos sabré dónde irá a parar la mañana la siguiente… espero encuentre algo más confortable que la tierra y las plantas que creyó haberme arrebatado; hombre, esto es la calle, esto es el mundo, el mundo también es tuyo.

 

© 2014 Ese Romero. Todos los derechos reservados....los izquierdos, también.

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