

Ese
Romero

La fe es personal
Soy de la generación, que no creo sea pequeña, de personas que han recibido los sacramentos católicos pero no se come totalmente el cuento de la religión; es decir, me he bautizado, recibí la primera comunión y finalmente me confirmé, pero ya olvidé cuál fue la última vez que me confesé o que asistí a una misa.
Con ello no quiero decir que no soy practicante de los buenos valores. Siempre he creído que los mandamientos o las disposiciones eclesiásticas, por sentido común, uno las practicaría si es que está del lado del bien, sin necesidad de saber bajo qué reglas se rige su religión. No por no asistir a misa peco más o menos que los demás.
Cuando me bauticé y pedí una explicación sobre por qué debía hacerlo (recién recibí este sacramento a los once años), me respondieron que debía hacerlo porque yo era católico (nunca lo decidí, pero sonaba algo tranquilo y fácil). Irónicamente, pasaron los años, y ya debía confirmarme como los demás jóvenes de mi edad, pero no tenía la primera comunión, ¡Qué importa! La Iglesia me ofreció una oferta muy poco despreciable: Dos por el tiempo de uno. Recibes tus charlas de confirmación y una hora antes de la ceremonia final recibirás por primera vez el cuerpo del Señor. Repito, ¡dos por uno!
Volví a hacer la pregunta: ¿Por qué debo confirmarme? Porque si quieres casarte algún día, necesitas estarlo. Obviamente, tanto la primera como al segunda respuesta son muy poco acertadas, por más que sean ciertas; nadie en correcta relación con la Iglesia debería recibir un sacramento para simplemente estar listo para el siguiente, no se trataba de acumular, se trataba de creer en quien te dio la vida.
Todos crecimos, me percaté de los abusos que la Iglesia impartía y que muchas veces callaba u ocultaba. No tengo más años en vano, puedo escuchar el cuento pero ya no me trago el final feliz.
Yo soy muy respetuoso de ideologías y religiones, también creo en un ser superior pero no de la misma manera que los demás. Siento que hay algo o alguien, que no es un familiar, que me motiva a seguir adelante; tal vez es un ser, tal vez una energía; quien sabe, hasta yo mismo sea y no lo percibo. No está dentro de mis capacidades identificar si existe un ser superior, ningún humano puede.
Paso cerca a un templo (de algo me sirvió aprender que la Iglesia somos las personas y no el edificio al que asistimos), realizo una venia porque quiera o no, la Iglesia es un institución que ha perdurado a lo largo de siglos, como lo ha hecho la Universidad, y bajo esa premisa merece el respeto o la consideración de quienes hayamos aprendido algo de ella.
La fe que me inculcó mi madre, y que nunca dejaré de agradecerle, me sirvió para creer en mí y aceptarme como soy. No vivo esperando milagros, no creo en cábalas ni en suerte; todo lo que he conseguido ha sido fruto de mi esfuerzo.
Puede que sea un error hablar sobre la fe del pueblo, desde mi punto de vista, la fe es personal y sirve para confiar más en sí mismo, no para otorgar nuestra destino a algo que desconocemos y quien sabe, tal vez ni se apiade de uno, como de repente sí. En cosas de religión dicen que no hay que meterse, ando en desacuerdo; lo que se crea por hombres, los hombres han de tratarlo.
